Desde que el Reverendo Manson dio por concluida su trilogía en reversa
compuesta por “Holy Wood” (2000), “Mechanical Animals” (1998) y
“Antichrist Superstar” (1996) que sus discípulos han estado esperando
una segunda venida. Aunque en sus trabajos posteriores siguieron
existiendo arranques de inspiración (‘This Is The New Shit’, ‘Just A Car
Crash Away’, ‘Devour’, ‘Hey, Cruel World…’), ninguno de ellos contaba
con la cohesión de “El Tríptico” -como los estudiosos de su palabra
llaman a su obra magna.
En “The Pale Emperor” (2015), su primer álbum elaborado junto a Tyler
Bates, Manson rescató el germen de blues negro e industrial que latía en
‘Four Rusted Horses’, de “The High End Of Low” (“todos vendrán a mi
funeral para asegurarse de que estoy bien muerto”, cantaba en aquella
ocasión), y lo amplificó, entregando un sonido más rasposo, claramente
más enfocado, pero aún falto de carácter en la cuenta final.
En este nuevo “Heaven Upside Down”, ya a pasos de cumplir 50 años, el
Señor Superestrella sigue aliado con Bates, y toma algo del óxido
campirano de aquel antecesor inmediato, así como también de los
elementos más punk de “Born Villain” (¿recuerdan como emulaba a Cobain
en ‘Overneath the Path of Misery’?), tallando una poderosa alquimia
-inicialmente definida por él mismo como ‘Death Country’- y delineando
un álbum sólido a la vieja escuela (10 cortes en 50 minutos), reclamando
como suyo nuevamente el ímpetu y el fuego.
Junto con su intacta predilección por los bizarros juegos de palabras
(la frase “Cocaine and Abel” es una de los mejores), se mantiene, por
supuesto, su afán por ridiculizar el siempre delirante conservadurismo
doble standard norteamericano y la religión. En el rock oblicuo y
ministriano de ‘Revelation #12’ -otro guiño más a los Fab4 en su
catálogo- ironiza con las patrañas antimigratorias de Trump diciendo
“este es el momento para los Estados Unidos, pintaremos el pueblo de
color rojo con la sangre de los turistas”, y en ‘SAY10’ (originalmente
el título del disco), escupe para el bronce “una corona de espinas es
difícil de tragar”.
Musicalmente, aquí coexisten elementos del glam distópico de “Mechanical
Animals” (en la aplastante ‘Tattooed In Reverse’), la impulsividad
industrial de “Antichrist Superstar” (en el excelente primer single ‘WE
KNOW WHERE YOU FUCKING LIVE’), darkwave depechemodeiano (en la epidémica
‘KILL4ME’) y el lado más perverso y sentimental de Manson (ese de “Eat
Me, Drink Me”, su “Blood On the Tracks” personal) en la tríada final
conformada por ‘Blood Honey’, la titular ‘Heaven Upside Down’ y la
bowiesca y afectada ‘Threats of Romance’.
Si hay que elegir un momento cúlmine, ese es ‘Saturnalia’ -su propio
‘Bela Lugosi’s Dead’-, un monolito trazado con un bajo viscoso, una
atmósfera narcótica, y la garganta del Reverendo al máximo. Su reverso, y
único traspié, se llama ‘JE$U$ CRI$I$’. Obvia, reiterativa, e incluso,
para los estándares de Brian Warner, cliché (“hago canciones para culear
y para pelear. Si quieres pelear, te hago la pelea. Si quieres culear,
te culeo. Pero decídete o decido por tí”), ésta es la cruz con que carga
el mejor álbum de Manson en una década. No nos hagamos de rogar, y
demos gracias por esta bendición. No está de más recordar las palabras
que él mismo pronunció hace casi veinte años atrás: “I’m not in love but
I’m gonna fuck you ‘til somebody better comes along”.
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